DESOLACIÓN
-En
2020 se cumplió la profecía. Unos aseguraban que eran demasiados, si querían
vivir con desahogo en el Planeta debían morir muchos, las riquezas naturales no
eran suficientes para alimentar a ocho mil millones de seres. Los laboratorios
trabajaban incansables en experimentos; esterilizaron a hombres y mujeres y
sucedió lo peor. No hubo nacimientos y la población comenzó a envejecer, miles
de ancianos improductivos pululaban por las ciudades aferrándose a la vida, la
escasez aumentaba, solo algunos privilegiados disponían de los bienes terrenales.
El
profesor hizo una pausa, antes de continuar su discurso contempló al auditorio.
Alrededor de un centenar de estudiantes de entre veinte a ochenta años,
escuchaba sin mover un solo músculo. Achinó los ojos para observar mejor los
rostros y comprobar que habían calado sus palabras, luego, dio mayor veracidad
a la historia y clamó: ¡Solo había una solución, exterminar al género humano!
-Pero
eso es terrible -se atrevió a formular una jovencita de sesenta, una muchacha
rubia de tez oscura.
-Lo
es, lo era, mejor dicho, y nadie se arriesgaba a sugerir medidas drásticas.
Nadie quería morir. Sin embargo, se trabajaba bajo secreto para conseguir la
eliminación de los individuos.
-
¿De todos? -ahora preguntaba un adolescente de piel blanca y pelo negro y encrespado.
-No,
ELLOS sobrevivirían.
La
respuesta quedó en el aire, tensa. Cloris no quiso intervenir, intuía la gran
tragedia. De niña, en casa de sus padres, había oído hablar de aquello que
ocurrió hacía cien años y prefirió mostrar cierta reserva, en realidad solo era
una suposición, una murmuración en el ámbito sociofamiliar. No se sabía si era
cierto, lo contaban los abuelos a los hijos y estos a los suyos; hubo una
pandemia que se extendió como una oleada de aceite, una nebulosa cargada de
virus microscópicos que atacaba esparciendo cadáveres por la superficie de la
Tierra. Enarcó las cejas, estiró las orejas cuanto le fue posible y abrió su
corazón para guardar el mensaje maldito. Era de los más jóvenes, tenía
veinticuatro años y un brillante porvenir.
-Millones
de mascarillas, miles de guantes de goma -el maestro proseguía-, entre las
gentes reinaba un destello de esperanza, los objetos les salvarían, se lo
habían prometido, los sanitarios les devolverían la vida, sin intuir que esos
gérmenes malignos actuaban como una culebra gigante que atravesaba los
continentes y les estrangulaba sin piedad. Poco a poco las calles se quedaron
desiertas, los edificios vacíos, las bocas hambrientas. Únicamente ELLOS se
mantenían ocultos observando impasibles el caos que se avecinaba.
Cloris
pasó el dedo por la pequeña pantalla de bolsillo y apuntó. “ELLOS, ¿por qué?”
Iba a formular la pregunta y el anciano advirtiendo la expectación continuó.
-ELLOS
eran dueños del poder, acumulaban fortunas que no deseaban compartir. Después
de varios años investigando en talleres herméticos, crearon algo
insignificante, una pequeñísima partícula a la que llamaron Covid 19, capaz
de aniquilar a la totalidad de las almas. Nadie sospecharía quiénes eran los
causantes, por eso dejaron pasar un tiempo hasta el día en que resolvieron lanzarla
al aire. Consultaron los libros antiguos y se valieron de la profecía. “El fin
del mundo está previsto para el 2020 a causa de una horrible calamidad”.
Difundieron el oráculo para conformar a las gentes de que había llegado su
hora, la hora prevista.
-Pero
-arguyó Céfiro, el marido de Cloris- ¿nosotros qué?, ¿acaso no somos los
descendientes de los que sobrevivieron?
El
profesor permaneció en éxtasis unos minutos. Luego vaticinó.
-No
lo sois, ni siquiera ELLOS se salvaron.
Entonces,
dio por terminada la plática hasta la siguiente sesión.
Comenzaron
a salir en tumulto, todos hacían comentarios por lo bajo. “¿Cómo se aventuraba
a hablar de aquello que estaba prohibido?” “Solo sabían que era una cuestión
intocable”. “Ahora él nos quiere desvelar lo qué pasó”. “Por fin conoceremos la
verdad”. Estos y otros razonamientos les llenaban de ansiedad.
Céfiro
se había enamorado de Cloris hacía siete años en cuanto la vio paseando por el
campo, le dijo que era la flor más hermosa que jamás hubiera visto.
-Pero
no soy una flor -le respondió muerta de risa.
-A
partir de ahora, yo seré el viento del oeste que te proteja de todos los males y
tú la reina de las flores -le dijo mirándola a los ojos. ¿No sabías que Cloris
era una ninfa de la que se enamoró Céfiro el viento del Oeste? La raptó, le
puso el sobrenombre de Flora y le concedió el don de reinar sobre las flores.
-
¿No se te ocurrirá hacer lo mismo, raptarme?
-No
será necesario, nos casaremos -aseguró-, estamos predestinados, como los dioses
del Olimpo, por algo nos han puesto estos nombres.
En la primavera siguiente
contrajeron matrimonio. Se fueron a vivir a las afueras. Céfiro construyó una
casa frente a un bosque, cerca del río. Uno de los caprichos de su mujer era permanecer
en contacto con la Naturaleza. Crearon un pequeño huerto, lo trabajaban y se
alimentaban de sus productos. Al atardecer daban extensos paseos, mantenían
largas conversaciones y se alegraban de ser afortunados por disfrutar de un paraje
tan esplendoroso.
Disponían de una biblioteca profusa
que les había proporcionado el Administrador, leían libros variados, filosóficos,
novelas, historia, cuentos, todos de autores actuales; desconocían si existían
otros anteriores a su época, era un tema por el que nunca se habían preocupado.
Fue por casualidad, un día en que a Cloris se le ocurrió clasificarlos por
orden alfabético, cuando encontró uno diferente, con hojas y tapas de pergamino.
Llamó a Céfiro, entre los dos lo examinaron sorprendidos, seguramente se habría
traspapelado de algún archivo reservado. Lo más extraordinario era que el que
lo había escrito, revelaba una sucesión de profecías que ocurrirían a lo largo
del tiempo. Las preguntas iban y venían.
-
¿De qué tiempo, Cloris? Es un legajo raro.
- ¿Cómo habrá llegado hasta aquí? Es
el único tomo que no encaja con el resto y la narración empieza en el siglo XVI
y dura hasta el XXIII. Esto me parece más excitante, leer que hace una centuria
preexistió una civilización muy avanzada. Nunca hemos estudiado la Historia de
la Antigüedad, ni siquiera la próxima, y resulta increíble que en el año 2020 se
desencadenara un cambio que probablemente nos haya afectado. ¿Qué sucedió
durante ese período? La Historia Actual comienza en el 2120, o sea, ahora.
Céfiro
comprobó el manuscrito, el amanuense, tenía una letra perfecta, dibujada
minuciosamente.
-Fíjate, Cloris, este libro se publicó
en el 1500 y anuncia el fin del mundo para el 2020. El autor era una especie de
mago o adivino que informó de muchas catástrofes, entre ellas esta última. Las
otras no sabemos si se cumplieron, solo la de hace un siglo.
-Y no nos lo quieren contar suponiendo
que alguien lo sepa, es una laguna que abarca un amplio espacio, un vacío que desconocemos.
-No
quieren o no pueden. Me gustaría saber dónde estará el enlace que conecta con
nosotros, el vínculo que nos revele cómo vivieron nuestros antepasados.
- ¿Y si los de antes no fueran ascendientes
nuestros?
-Elucubras demasiado, aunque pienso
que quizás tengas razón -Céfiro adoptó un aire misterioso para afirmar-. He
oído rumores, creo que hay un hombre en la universidad que imparte conferencias
sobre materias tabúes.
-Entonces, eso es lo que nos
interesa tanto a ti como a mí -manifestó convencida.
-Iremos a matricularnos, cuanto
antes -fue su respuesta.
Asistieron
a la charla algo escépticos, iban sobre todo a escuchar algo nuevo, algo que les
hiciera comprender lo que escapaba a su entendimiento, sin estar convencidos de
que sus dudas quedaran resueltas. Las clases serían una vez a la semana, en
teoría sobre la asignatura de Historia Actual. El hecho de que de repente el
profesor se fuera por las ramas, resultaba insólito y excitante. Era un
hombrecillo de baja estatura y mucha edad que se exponía a que lo expulsaran
del Paraninfo. Luego, en un momento determinado que él calculaba, detenía el parlamento
para no extralimitarse en el horario, más que nada, para que los directores no presintieran
que planteaba otras disciplinas.
Como
todo el mundo, al salir, se sumaron a los comentarios.
-Me
ha encantado, es cierto que hay una persona que está al corriente de secretos.
¿Pero por qué tanta reserva?, fuera lo que fuera aquello que pasó, es parte de
la Historia, debemos saberlo.
-A
no ser que quede algún sobreviviente de ELLOS.
-No
lo creo, Cloris, ya has oído al maestro. También desaparecieron.
-Sin
embargo, él conoce los sucesos y desea participarlos.
-El
PADRE HACEDOR también lo sabe y el asunto lo tiene excluido de la enseñanza.
-Tiene
que haber una razón muy poderosa.
Desde
el día en que asistieron a la facultad, desde el mismo instante en que una
persona erudita y rigurosa les formuló el mayor misterio de su vida en el Planeta,
los interrogantes les rondaban por la cabeza sin parar. Ambos contaban las
horas, los minutos que faltaban para volver, y una inquietante sensación les
llenaba de impaciencia.
Después de una semana ocuparon dos asientos en
la primera fila del aula. Cloris pudo observar de cerca al personaje que
pronunciaba el discurso. Tenía una melena blanca que le llegaba a los hombros,
el rostro enjuto, la piel se plegaba en caminos de arriba abajo y las cejas
pobladas, cejijuntas. Las manos eran lo mejor de su aspecto, parecían suaves y
tersas. Fijándose bien, se dijo, no era como los demás, ¿de dónde habría
salido? Después de perorar durante una hora, Cloris concluyó que era un pozo de
sabiduría. Habló de la maravillosa raza que formaban y de lo perfecta que era
la organización en todos los ámbitos. Luego, elogió al Regidor que gobernaba
atendiendo al bienestar de la población al que nada se le escapaba.
El
tiempo pasaba, seguía sin oponer ninguna traba contabilizando las bonanzas de
las que disfrutaban y sin mencionar la profecía del 2020. La mente de Cloris
almacenaba las palabras, las frases, y las colocaba en los estantes de su cerebro
mientras el orador hablaba y hablaba. ¿Cómo había estado tan ciega? Sus palabras se reducían a perdurar su modo
de vida, eran propaganda y aceptación del PADRE como el bien sumo. Hasta entonces
nunca había deliberado si le gustaba ser tan feliz, tener todas sus necesidades
cubiertas, no apetecer nada porque lo poseía todo, no existir deseos, ni
frustraciones, además, estaban previstos matemáticamente los años de juventud,
largos y duraderos, envejecer casi al final de los días. Al anciano profesor le
quedaba poco, se había especializado en Historia y no quería morir sin dar a
conocer ese lapso que mediaba entre una centuria y que había descubierto a
fuerza de investigar. Pero las circunstancias no debían ser propicias para revelarlo
y se extendía en deliberadas disertaciones. Habría que esperar una semana más.
-Céfiro,
¿alguna vez has sentido que no te gusta la vida que tenemos?, ¿piensas que
habitamos en un lugar demasiado perfecto y eso te coacciona?
-Hasta
hace muy poco no me hacía preguntas de ese estilo. Todo lo que nos rodea está
fabricado para que no haya carestía. Hemos tenido una niñez con nuestros padres
armoniosa. Tú con los tuyos, yo con los míos, nuestros amigos con los suyos.
Trabajamos en lo que deseamos o estudiamos lo que queremos o nos dedicamos a la
ciencia o a las manualidades, a lo que sea tenemos acceso. Sin embargo, ahora
estamos descubriendo que han coexistido otras formas de vida, que la gente ha
sido muy desgraciada, que al bien se oponía el mal.
-Intuimos
por lo que dice el profesor, que el mal consistía en matar a la gente y
apoderarse de sus pertenencias -se quedó pensativa un rato y exclamó- La
próxima semana, cuando termine su exposición, podríamos quedarnos para hablar
con él. Me gustaría que nos diera alguna pista e indagar por nuestra cuenta.
-Me
parece buena idea, Cloris. Si no conocemos nuestro pasado es como si nos
faltara una parte del cuerpo. Siento que no podré vivir sin avanzar hasta el
fondo.
Deseaban
que los días transcurrieran rápidos, un desasosiego les oprimía y era más
fuerte que su complacencia en recrearse en su propio entorno, el que les había
correspondido en el orden instaurado de antemano. Solo habían conocido el
bienestar supremo, nunca se tuvieron que preocupar por la clase de comida
preferida que, en su caso, habían elegido el cultivo específico de frutas y
verduras; ni por la ropa que debían ponerse. Todas las prioridades o gustos se
abastecían con solo pedirlo al Ayudante del Administrador. Los vestidos siempre
consistían en túnicas de todos los colores y tejidos, se adaptaban al frío o al
calor.
Cada
mes se celebraban fiestas sociales a las que acudían en masa. Iban a los
palacetes destinados a los eventos. También disponían de música, teatro, cine o
tecnología muy sofisticada. Aquí era donde más disfrutaban. Se trataba de
talleres inmensos donde analizar, construir, investigar. Podían compartirlo con
otras personas interesadas, todos eran amables y participaban entre ellos si lo
consideraban importante. En cuanto a la familia, una mujer concebía una sola
vez, estaban programadas, pero si no deseaban tener hijos, podían acogerse a
esa opción.
Cloris
insistía en sus preguntas.
-
¿Te has cuestionado alguna vez por qué somos absolutamente felices?
-Sabes,
que no paro de pensar en los porqués. He sido dichoso mientras no conocía nada
más que nuestro mundo, nuestro ámbito perfecto. Ahora que tengo oportunidad de
acceder a conocimientos nuevos, ya no lo soy. Creo que nuestra mente está
capacitada para asimilar no solo lo que nos es habitual, sino para explorar más
allá, lo pasado, lo presente y lo venidero. De estas tres dimensiones se aprende
de otra manera, ahora es como si estuviéramos cojos. La felicidad no es un
regalo, la tenemos que construir y esto nos obliga a ser felices o
desgraciados. Desconocemos qué motivos empujan a los que nos mantienen aquí
para evitar que alcancemos otros fines que los que nos imponen.
-A
veces pienso en lo ofuscados que hemos estado, poseemos una libertad sin
privaciones, pero sutilmente dirigida, todo ¿para qué? No me cabe duda de que
la respuesta está en el pasado. Nos han quitado la facultad del pensamiento y
subsistimos en condiciones óptimas para mantener la juventud largamente, eso
hace que nos sintamos satisfechos. Dilucidar, saber, proponer formas de vivencia
distintas no son cuestiones a nuestro alcance, ¿por qué?
-Mañana
nos toca la clase con el profesor, esperemos que nos ayude -fue la respuesta.
Así
pusieron fin a sus argumentos con el deseo de progresar tras la siguiente
lección. La sala estaba repleta de oyentes de todas las edades y, como siempre,
los ojos no se despegaban de los labios del conferenciante. Tenía la voz suave,
sus palabras sonaban auténticas cuando explicaba el renacimiento de la nueva
era que acababan de estrenar, se había llegado a la excelencia de la vida
gracias a los esfuerzos y a la tenacidad del Gran Hacedor o Padre. A él le debían
la perfección, la dignidad y la grandeza de la que gozaban.
Después
de los aplausos y tras la salida del público, Cloris y Céfiro permanecieron en
sus asientos sin moverse, el anciano no había vuelto a mencionar el asunto de
la profecía. Pensaban si sería por alguna causa de censura. Los miró con sorpresa
y preguntó.
-
¿Puedo servirles en algo?
-Nos
gustaría hablar en privado, es sobre la Historia pasada, el 2020,
concretamente.
El
profesor cambió de fisonomía, elevó los ojos al techo, torció la boca y apretando
los dientes respondió.
-Vengan
mañana por la tarde. Les estaré aguardando aquí mismo. Tengan cuidado.
Después
abandonó el aula con paso ligero. Cloris y Céfiro salieron cogidos de la mano, inquietos,
¿les respondería el profesor a las preguntas? ¿estaba próxima la verdad? Veían la
solución cercana a pesar de que eran conscientes del riesgo que corrían. La
frase “tengan cuidado” les alertaba de que podrían ponerse en peligro y estaban
dispuestos a afrontarlo. Pronto atravesarían una barrera prohibida y toda
cautela sería poca. Por otro lado, pensaban, ¿por qué habían de espiarles?, se
suponía que eran libres para entrar o salir como quisieran.
Definitivamente
ya no había vuelta atrás.
Regresaron al día siguiente. Tras recorrer un
largo pasillo, se dirigieron lentamente hacia el recinto que a esas horas solía
estar cerrado, no querían suscitar alarmas. Llamaron a la puerta que se abrió con
suavidad, el profesor les hizo gestos con las manos para que pasaran, luego la
cerró.
-Tomen
asiento -les indicó y contrajo los labios para balbucir-. Deduzco que mis
palabras de hace dos semanas excitaron su atención. Por desgracia, creo que no
podré adelantarles mucho más.
-Tenemos
muchas dudas que es probable que no afecten a los alumnos, y a nosotros no nos
dejan respirar tranquilos. Hubo unos días en que usted hablaba y explicaba a su
auditorio el gran misterio de la Historia antigua, especialmente la de hace
cien años. Más tarde, se volvió mudo, dejó de enseñarnos esa ciencia. Pero
nosotros tenemos miles de interrogantes, todos sin respuesta. En usted está la clave
y por eso venimos y le preguntamos, queremos saber por qué se nos ocultan
nuestros orígenes y no paramos de argumentar si se puede ser feliz viviendo en
la ignorancia, y por qué una vez que hemos descubierto esta fase nueva, solo deseamos
profundizar hasta el final. Esto nos ocurre, profesor, le ruego que nos
devuelva la luz.
El
anciano suspiró, entornó los párpados, se mantuvo en esta posición unos minutos
y al cabo de un rato, abrió los ojos tanto como pudo y comenzó a hablar.
-Me
es difícil lo que voy a decir, además lo tengo prohibido. Yo soy una rareza, un
superviviente de la gran catástrofe. Ya les dije que incluso ELLOS sucumbieron,
tomaron de su propia medicina. Tenía veinte años cuando ocurrió aquello. Los
nuevos habitantes que me encontraron me inyectaron parte de sus células para
que pudiera ser casi tan longevo como ustedes, pero pronto llegará mi muerte y
creo que es una obligación por mi parte informar a los seres diferentes que pueblan
el Planeta… -hizo una pausa y Cloris aprovechó para intervenir.
-
¿Nos está insinuando que antes del 2020 vivían gentes que no tenían nada que
ver con nosotros?
-Exactamente.
-Entonces,
¿cómo llegamos hasta aquí?
El
viejo iba a contestar y en aquel instante se oyó un estruendo al otro lado del
pasillo, como de máquinas golpeando. Él empezó a temblar, su rostro palideció,
los pómulos se le volvieron más pronunciados apretándole la mandíbula.
-Márchense
cuanto antes por la puerta de atrás, si consiguen acercarse a mi casa, busquen
en el armario de mi ropa; medio escondida hay una caja, les dará las pistas que
necesitan -y al decirlo les entregó un papel con la dirección.
Cloris
y Céfiro llegaron a la carrera al puesto de emergencia que daba a una
escalerilla estrecha. Mientras bajaban, notaban el ruido a sus espaldas. Ya en
la calle, comprobaron horrorizados el techo caído de la segunda planta, justo
donde habían estado con el profesor.
-Vamos
a casa, Cloris, debemos considerar lo que vamos a hacer a partir de ahora.
Mañana iremos a su domicilio.
-Mañana
será tarde, Céfiro. ¿Y si entran y hacen desaparecer sus pertenencias?
-De
acuerdo, me pregunto quiénes son los que han querido hacerle daño. Si se nos
dice que no existe el mal, no entiendo nada.
-Pensándolo
bien, nunca nos hemos hecho preguntas hasta ahora. No era necesario y no nos
dábamos cuenta de que estamos en sus manos. Ejercen el poder.
-No
perdamos tiempo y vayamos a donde dice la nota.
Céfiro buscó la ubicación accionando el botón
de la correa de su muñeca. Vivía al otro lado de la ciudad, sacaron de la
mochila las alas automáticas, se las ajustaron y las batieron hacia la
dirección deseada. Al llegar al punto seleccionado planearon y las plegaron en
su estuche.
Era
una torre de color naranja, con hojas de cristal giratorias. Entraron en el
elevador número diez que los llevó al décimo piso. Presionaron tres veces el
borde derecho de la puerta, según decía la contraseña, que se abrió como la
página de un libro. El interior lo constituía una sola habitación de ciento
veinte metros cuadrados dividida en compartimentos, un aseo, cocina, salón,
despacho y dormitorio.
Se
aproximaron a este último. Como les había señalado el profesor, rebuscaron en el
armario, detrás de las túnicas. Pegada al fondo estaba la caja, la cogieron con
mucho cuidado, no pesaba casi, la destaparon y no observaron nada que les
llamara la atención, solo varios papeles amontonados.
-No
sé qué buscamos, Cloris.
-Mira,
hay una cartulina con un número escrito, tiene que ser esto.
-Detrás
de la estantería tres -leyó Céfiro-, eso quiere decir que debemos mirar en el
despacho.
Advirtieron una librería repleta de manuales
de Historia Actual en la que anteriormente no se habían fijado. Del tercer estante,
Cloris sacó uno de los libros, en el hueco, observaron una sucesión de
volúmenes completamente diferentes.
-Creo
que los tenemos, aquí hay ejemplares de todas las épocas.
-No
podremos más que con unos cuántos, nos llevaremos los que nos parezcan más
importantes y habrá que darse prisa antes de que lleguen.
-
¿Te parece que vendrá alguien?
-Estoy
seguro, Cloris, estamos vigilados, no lo sabíamos, o no queríamos saberlo.
Rápidamente
eligieron diez, entre ellos, “2019”, “2020” y “2021”. Los guardaron en las
bolsas sujetas a la espalda y se dirigieron a la salida. En aquel momento comenzó
a oírse el mismo sonido atronador que en la universidad y asumieron que estaba
a punto de ocurrir igual, un desplome del techo. Céfalo apretó la mano de
Cloris, dio un fuerte soplido y de un salto se situaron al lado del elevador,
frente al foso de las escalas de alambre moldeable. Se ajustaron a ellas a la
vez que iniciaban la bajada, las cuerdas se ceñían a la anchura y al tamaño de
los pies. Cuando alcanzaban la vía, observaron cómo el piso número diez quedaba
hecho escombros, solo ese. Regresaron a su casa atónitos, sin poder creer lo
que habían visto.
-Tenemos
que esconder estos libros, es la prueba que nos ayudará a recomponer el pasado.
El profesor ha muerto y aparte de él no queda nadie que nos descubra lo que
ocurrió.
Durante
unas semanas el aula de Historia permaneció cerrada debido a una fuerte
explosión, según decían. Cuando se reanudaron las clases una vez reparada, se anunció
que lo causó un golpe de viento pasajero. A nadie le extrañó, estaban
acostumbrados a aceptar todos los argumentos de Arriba. Solo Cloris y Céfiro
conocían la verdad, y desde entonces se supieron desprotegidos. El GRAN HACEDOR
ya no se ocuparía de su felicidad. Tomaron conciencia de que debían leer los
volúmenes cuanto antes, anotar lo relevante y, en caso de apuro, quemarlos.
Decidieron comenzar por “2019”, dejarían para más tarde la traducción del vidente
y vaticinador de las catástrofes que se sucederían en el tiempo, porque era demasiado
complicado y, aunque ya lo habían comenzado, les resultaba inasequible, ya lo desentrañarían
poco a poco. Sabían que, al menos, uno de los vaticinios se había verificado en
el 2020.
Mientras
leían, las palabras del viejo profesor sonaban coincidentes. También hablaba de
ELLOS. Cloris, de repente, optó por saltarse el orden de lectura y se concentró
en “La Profecía”.
-Fíjate,
Céfiro, en lo que dice. Te lo leo: He aquí la herencia que debe recibir
nuestra humanidad durante el siglo XXI y que acompañará durante el siglo XXII a
algunos grupos humanos en su difícil tarea de salvarse de la catástrofe cíclica
y fundar una nueva humanidad. Estamos en el 2120 y, según parece, nuestra
humanidad no es la misma que la de antes. ¿Cómo ha sido el cambio?
-Debemos
terminar los que hemos empezado par formarnos una imagen clara de lo que
ocurrió. Tengo la impresión de que no nos permitirán que los tengamos mucho
tiempo. Cloris, lo mejor será que comentemos lo que vayamos descifrando.
-
¿Por qué dices que hay que descifrar?, con examinar todo lo que cuentan será
suficiente.
-No
lo será. Hay muchas explicaciones en clave. Lo importante es averiguar quiénes
eran ELLOS. Es muy probable que fueran los autores de estos libros.
Ambos se afanaban en escribir cuanto creían revelador,
también lo que no entendían, luego lo interpretaban juntos. Era una tarea
dificultosa; a veces, debían releerlo para estudiar su significado. De esta
forma transcurrió un mes. Aparentemente nadie observaba sus movimientos, aunque
percibían un velo tendido, suave y gaseoso, sobre sus cabezas. Un día soleado,
después del trabajo en el huerto, Céfiro le dijo a Cloris.
-Creo
saber lo que pasó. Llevo horas interpretando algunas palabras, como supuse, la
mayoría forma parte de una serie de combinaciones. Espera a la noche y te lo
explico.
Después
de la cena, Céfiro se sentó a su lado y se dispuso a hablar.
-Empezó a gestarse una matanza en serie en
2019. Un grupo de hombres poderosos que podemos llamar ELLOS, crearon un virus imperceptible
dotado de una virulencia extrema. Lo extendieron por el Planeta de forma que
penetró en todos los cuerpos, unos morían entre espasmos horribles, otros
solamente contagiaban sin demostrar síntomas. Llegó un momento, cuando los
científicos creían haberlo atajado, que reapareció con mayor malignidad. Eso ocurrió
a finales del 2020. Y comenzaron a morir niños, jóvenes y ancianos.
-
¿A qué se debía ese brote? ¿Podría ser que lo hubieran provocado?
-Así
es, Cloris. Deseaban poseer el mundo unos pocos y vivir como en un paraíso.
Desapareció la humanidad y ELLOS, alrededor de cien, ocuparon los territorios y
se abastecieron de las riquezas. Sin embargo, no contaban con su propia
podredumbre. Eran egoístas y envidiosos. Pronto se reanudaron las peleas, no se
conformaban con lo que tenían, unos deseaban mandar sobre los otros. Luego llegó
lo que nunca pensaron que alcanzarían, la vejez y el deterioro. Y volvió a
haber pobres y ricos, acaudalados y desheredados. En el 2039 hubo algún
superviviente que decidió escribir esa época atroz que abarca desde el 2020 hasta
el 2080, que fue peor o igual a las anteriores.
-
¿Y crees que a partir de ese año aparecemos nosotros?
No
lo sé, no he terminado de leerlos y temo que no nos dé tiempo.
-
¿Estarán al tanto de todos nuestros pasos? -cuestionaba Cloris.
-Sí,
lo creo. Sobre todo porque me falta encontrar la relación que entronque con
nosotros y que no interesa a nadie que sepamos.
-Lo
que no entiendo es lo que dice la Profecía, habla de que solo unos pocos
humanos se salvarán de la catástrofe cíclica.
-Seguro
que la hubo. ¿Y quién la provocó? Me pregunto si la persona que escribió los últimos
libros era el viejo profesor. No era como nosotros.
-Eso
es cierto, venía de atrás, él nos lo dijo.
Después
de esto, tanto Cloris como Céfiro decidieron pasar todo el día siguiente
leyendo encerrados en la casa con la intención de apurar hasta la última letra
para comprender las frases más intrincadas. En las páginas centrales del tercer
volumen había varios mapas astrológicos. Estaba dibujado un círculo con los
signos del zodíaco, la Vía Láctea, las osas mayor y menor, la galaxia Andrómeda
y, lo más curioso, el sol y los planetas de nuestro sistema, repetidos muchas
veces en otros cosmos.
-Céfiro,
es como si existieran universos paralelos, idénticos, como si nuestros yoes
tuvieran la capacidad de vivir diferentes vidas en distintos mundos. Si se destruyera
el planeta Tierra no pasaría nada, habría otro planeta similar que lo
sustituiría. ¿Podría ser ese nuestro eslabón? Explotaría uno y rápidamente continuaríamos
todos en el semejante, lo único sería que en este segundo mundo no existiría el
pasado histórico.
-A
no ser que alguien se hubiera molestado en escribir la Historia y guardara los
libros.
Ambos
se miraron entusiasmados, de pronto habían descubierto una verdad insospechada
que los conduciría a esclarecer el resto.
-Claro,
el viejo profesor sobrevivió, guardó los de historia antigua y escribió los
hechos ocurridos durante los años 2019, 2020 y luego cien años más. Acuérdate
de que se le inyectaron células para que fuera tan longevo como los recién
llegados.
-
¿Por qué tendrían interés los nuevos habitantes en conservarle la vida?
-Buena
pregunta, y también, ¿cómo llegamos nosotros hasta aquí?
Se
habían quedado sin respuestas, aún tenían demasiados lapsus en la cabeza.
Sabían que tenían las réplicas delante, en los tomos que habían recogido de la
vivienda del profesor y que no les era posible prolongar porque la mente se les
había embotado, las ideas se amalgamaban en un ovillo duro que les costaría
desmadejar.
-Deberíamos
dejarlo durante una semana, Céfiro, mis ojos y mi cuerpo me piden un poco de
aire, ejercicio físico, respirar.
-Está
bien. Podríamos ir a la montaña azul e instalarnos en la gruta. Serán unas
vacaciones. Desde allí daremos paseos, escalaremos y nos bañaremos en el lago.
Al
amanecer de la mañana siguiente prepararon todo lo necesario para subsistir
durante siete días. Céfiro incluyó en su bolsa a escondidas de Cloris cinco de
los libros, alentado por su convicción de que no había ningún minuto que
perder. Se levantaba al alba, cuando ella dormía, se sentaba en el umbral de la
cueva, abría las obras, las devoraba casi, luego iba escribiendo lo que no
deseaba olvidar.
De
día disfrutaban de la altura, rodeados por montes de color añil, acompañados
por aves con el plumaje gradual y exótico del arco iris, con su gorjeo vario y
melódico. Al fondo divisaban la ciudad, casas bajas y palacetes, mezclados. Era
una belleza para los sentidos.
-Céfiro,
¿no es esto el paraíso, o el olimpo de los dioses? ¿Por qué perseguimos otras
ideas, otras formas de vida que no nos corresponden? ¿Nos hemos vuelto locos?
-No,
Cloris, acabamos de descubrir que lo tenemos todo menos la libertad y el
conocimiento antiguo. Se nos impide saber, no basta que nos proporcionen las
necesidades o los apetitos. Creemos que eso es suficiente, hasta que apreciamos
que existe algo más allá que se nos escapa y surgen miles de preguntas, los
porqués, y nos revolvemos; así no, Cloris, con la mente amputada no puedo ser
feliz.
-Tienes
razón, por un momento pensé que era más cómodo dejar correr lo poco que
sabemos.
-Cuando
adviertes que hay unas fuerzas que te obligan a vivir de una determinada manera
no existe el retorno. La libertad y la comprensión van unidas. Nos comportamos según
lo que se nos ha impuesto; todo es bueno, somos felices, no hay tristeza, ni
miseria, ¿qué más se podría desear? Yo sí, aspiro a tomar mis propias
decisiones, equivocadas o no.
-Ellos
tienen la experiencia de adónde condujeron las equivocaciones de los hombres
-Cloris inconscientemente se había referido a ellos como a los Regidores y
corrigió-. He dicho ellos y no tienen nada que ver.
-Yo
diría que podría ser una opción, ¿Cómo no lo había pensado antes?, ¿será el
cabo que nos une a los antiguos? -se puso serio y le indicó-. Tengo que decirte
que he continuado mirando los libros y he llegado a unas cuantas conclusiones.
Efectivamente, hubo un cataclismo en diciembre del 2020. Además de la pandemia,
comenzaron terremotos simultáneos por todo el planeta a los que siguieron
grandes tormentas, tsunamis y vendavales. En la Tierra no quedaba un alma viva,
la ira de Dios se había desplegado, dijeron los seres vivientes, seis
individuos, uno de cada raza: negra, amarilla, blanca, cobriza y lapona. Tres
mujeres y tres hombres que habían permanecido ocultos en oquedades de
diferentes lugares. La desolación era absoluta. Entonces, hubo una extraña
fuerza que los reunió, y se aparearon y formaron gentes nuevas que poblaron las
tierras yermas durante cien años -Céfiro hizo una pausa antes de continuar.
“Esa
potencia extraordinaria emergió del universo paralelo, del planeta análogo a la
Tierra. Las mismas personas, que venían de una dimensión distinta les enseñaron
los rudimentos necesarios para subsistir. La energía de la vida no era igual,
se envejecía a partir de los ciento cincuenta años y muy lentamente. La
mescolanza de especies humanas había dado lugar a individuos singulares, que no
se parecían a los anteriores a la catástrofe.
-Vaya,
sí que has leído, Céfiro, ahora mi curiosidad es mayor, ¿estás insinuando que
nosotros venimos de esa especie nueva y anómala?
-Eso
creo, hubo una gran transformación y lo importante es que esas fuerzas
poderosas son las que ahora rigen nuestro Cosmos y las que han decidido
implantar la felicidad.
-
¿Tanto poder tienen?
-Sí,
y también son impenetrables, el bienestar a cambio de no quebrantar sus normas,
que consisten en aceptar cuanto nos viene dado por ellos, sin preguntar, sin averiguar,
ni quiénes son, ni siquiera si pertenecen a un tercer universo espejo de este
-Céfiro inspiró unos segundos y prosiguió-. Pero tuvieron un fallo.
-
¿Cuál?
-El
profesor. Lo encontraron acurrucado bajo unas tejas en su propiedad. Había
resistido al cataclismo y a la infección. Lo incorporaron a la nueva
civilización y le inyectaron las células que le convertían en nuestro análogo,
como te he dicho. Se dieron cuenta de que era un sabio y mientras no fuera
peligroso lo mantuvieron vigilándole. Impartía clases y su existencia
transcurrió sin problemas. Un día apreció que era anciano, le quedaba poco para
la muerte y se propuso hablar. Su final lo conoces.
Después
de esta disertación Céfiro permaneció callado. Cloris extendió la mirada hacia
el horizonte. Era tiempo de reflexionar. ¿Les había servido para algo conocer tantas
cosas? ¿Cuáles serían los sucesivos pasos? Sin saber por qué comenzó a sentir
pánico, habían roto las reglas. De lo que había contado Céfiro, deducía que su
naturaleza era gemela a la de unos personajes que acabaron destruidos y que
para evitar que se repitieran las mismas semejanzas, los que mandaban, habían
encapsulado sus vidas a su manera y conveniencia, disponiendo qué era lo mejor.
Todos se conformaban sin discutirlo, “pero…”, ella se debatía en el “pero”, ¿y
si había disidentes o rebeldes? ¿Por qué no dejar a cada uno la libertad de ser
como quisiera? La bondad y la maldad, la perversidad y la integridad, la virtud
y la amoralidad, conceptos inherentes a la condición humana, ELLOS debían dejarles
que fueran dueños de su albedrío.
-Céfiro
-dijo al fin-, nos hemos adentrado en una zona muy arriesgada, ¿por qué no nos
olvidamos? ¿Qué nos importa si hubo una gran tragedia? ¿No nos evitan todo el
dolor que pueda sucedernos?
Él
entornó los ojos para no descubrir su incertidumbre, se encontraba en la misma
situación que ella, no estaba seguro de si debía seguir adelante, adelante sin
parar. La disyuntiva era, continuar como antes, o indagar quiénes les
gobernaban y tomaban las decisiones, qué conocimientos tenían por encima de las
personas, ¿acaso se trataba de mentes superiores y su destino era simplemente
aceptar lo que les estaba reservado para de esta manera preservar la vida
humana?
-Tal
vez sea cierto y debiéramos abandonar, lo único que me incita a no bajar la
guardia es el profesor. Acabó su existencia de una forma cruel e injusta, nos
legó sus libros y parte de su sabiduría. ¿Por qué actuó así? Quiero creer que
se sintió en la obligación de divulgar que no hay que estar siempre conformes
con unas reglas establecidas, en el fondo proclamaba la autonomía de la
conciencia, la necesidad de comprender y conocer los misterios del universo.
-Solo
ELLOS saben cómo funcionan los Cosmos y, fíjate, que otra vez he pronunciado
ELLOS, pero ahora, a propósito, con mayúscula.
-Sí,
porque creo que no desaparecieron, sino que sufrieron una mutación, los
neutrones de su cuerpo decayeron en protones. Ocuparon sus yoes en el universo
paralelo, allí seguían siendo los poderosos, y nos transportaron a nosotros, los
mismos individuos gemelos que vivíamos en unas condiciones diferentes. Aquí no
habría miseria, ni tristeza. Controlarían hasta el último movimiento de los
nuevos habitantes y no se dejarían ver nunca. ¿Qué pretendían en realidad?,
únicamente continuar manejando el poder y ser inmortales, ya que en el momento
en que su desgaste fuera visible, mutarían a otro lugar de sus consciencias,
donde se desarrollarían en otro cosmos idéntico, y así sucesivamente.
-Céfiro,
estoy hecha un lío, ya no entiendo lo que es bueno ni lo que es malo, si no nos
volvemos atrás y continuamos nuestras pesquisas, deberíamos saber qué nos puede
pasar y por qué. Siempre hemos recibido lo que tenemos de manos anónimas, nos
lo encontramos en la puerta de las casas. El Planeta es muy grande, se nos
permite viajar, recorrerlo bajo el lema de la felicidad, nos lo creemos. Sin
embargo, me gustaría conocer a alguno de ELLOS.
Céfiro como respuesta buscó la página 300 y
leyó.
-Escucha lo que dice: En el año 2120
reinará la paz y la felicidad sobre la Tierra. Como ves, se cumple.
No explica nada más.
-No
me has sacado de dudas, regresemos, estoy cansada de la montaña.
En
los días sucesivos, a pesar de que estaban convencidos de que ELLOS conocían absolutamente
sus pasos, no apreciaron que corrieran ningún peligro. En cambio, se
sentían aplastados por un desasosiego que les ahogaba y decidieron no abandonar
las clases de Historia de la universidad. Las impartía una mujer de unos
noventa años, de piel cobriza. Más que nunca deseaban conocer cómo abordaba el
comienzo del siglo XXII, de dónde venían sus orígenes y qué aclaración daba al
hecho de carecer de antecedentes históricos.
Era
evidente que no lo quería decir. Se limitaba a considerar que la Historia
comenzaba en el 2021, cuando una gente nueva ocupó un planeta desolado, sin
habitantes, dando lugar a una generación más fuerte y hermosa que las
anteriores, que se extinguieron por su maldad y por no saber cuidar de su
hábitat.
-Pero
eso no es exacto, no todos eran así -se atrevió a formular Cloris.
La
profesora levantó la vista de los papeles que tenía sobre la mesa y miró
fijamente a la chica, extrañada de su audacia, ¿cómo se atrevía a
contradecirla? Era importante que los alumnos supieran la verdad, y no era otra
que la que estaba afirmando.
-Mire,
usted no sabe nada. Yo he estudiado, y me pagan para enseñarles que somos un
pueblo extenso, moderno, que ha venido a salvar la Tierra del desamparo, un
lugar apto para vivir en paz, y precisamente eso era lo que no había en los
siglos precursores.
-Pero
tenemos derecho a conocer la crónica de esos años. ¿Es que nadie nos lo puede
explicar?
Céfiro
le dio con el codo para advertirla de que era mejor que se callase. Hubo un
silencio profundo. La conferenciante continuó su discurso sobre los beneficios
de la nueva Historia como si no la hubiera oído. Al terminar le hizo una seña
indicándole que la esperara. Salieron todos del aula menos ella, Céfiro y la
profesora.
-No
sé qué está buscando -le formuló con voz agria.
-Sí
lo sabe, estoy segura de que es una de las personas que están informadas de
cuál era nuestro mundo de antes, que conoce de dónde venimos y, sobre todo, el
porqué de tanto secretismo.
La
profesora sí sabía, nació en el 2021 y oyó a lo largo de su juventud lo que se comentaba,
que unas personas sufrieron calamidades no solo por culpa de otros de su
especie, sino por el destrozo del medio ambiente. Cierto que no todos eran
iguales, había buenos y malos. Luego llegó la gran prohibición, los de Arriba
decidieron crear un estado perfecto, donde las personas se sintieran en una
situación óptima y no necesitaran interrogar a nadie sobre su pasado. ¿Qué
pretendían con eso? Ella también se lo había preguntado muchas veces. Tampoco
los había visto nunca, recibía órdenes de voz con las instrucciones para la
exposición de las tesis. Lo más sorprendente era que alguien se interesara por
cuestiones no permitidas, eso desacreditaba el plan supremo que habían ideado.
Realmente, como seres individuales y distintos, siempre existirían quienes no
se conformaran con las premisas establecidas. Le parecía expuesto contestar, no
obstante era su deber.
-Exactamente,
¿qué es lo que desean conocer? -tenía que actuar con precaución, solo
respondería a preguntas precisas.
-
¡Todo! -estalló Cloris con vehemencia- Cómo hemos llegado hasta aquí, de dónde
venimos, quién nos maneja y…
-Por
favor, no siga, es demasiado -reflexionó unos instantes y continuó-. Nací en el
siglo XXI, he pasado años examinando nuestros orígenes cuando estaba permitido.
En el 2080 los de Arriba temieron que se repitieran los errores anteriores y vetaron
su estudio. No me había encontrado hasta hoy con nadie interesado por los
antepasados. Casi todo el mundo ve colmadas sus aspiraciones y no ambiciona
nada más. Pienso, que si les cuento una parte de lo que sé, no van a cambiar su
forma de vida, ni van a exigir que les reemplacen por aquellos que tiempo atrás
habitaron estas tierras, es imposible. Venimos del universo adjunto, que es
espejo del que provenía el Planeta Tierra cuyos ocupantes se extinguieron. Los
Regidores tienen la experiencia y saben lo que es beneficioso. Creo que debemos
conformarnos y no establecer suposiciones inútiles.
Céfiro
no estaba conforme, se le atragantaban las palabras, que optaban por salir a la
vez.
-Habíamos
llegado a esa conclusión, estamos seguros de que nos mutaron y trasladaron, lo
que necesitamos averiguar es quiénes son ELLOS y hasta dónde llega su poder.
La
profesora palideció, se la veía intensamente nerviosa.
-No
me lo pregunten, no quisiera responder.
-No
lo haga, se lo diremos nosotros. ELLOS ya estaban en el universo anterior y
provocaron parte de los desastres que acaecieron. Crearon un virus letal,
destrozaron el ecosistema con sus inmensas fábricas. Eran científicos que
descubrieron la existencia de los cosmos iguales entre sí y consolidaron su
vida eterna pasando de un universo a otro, puesto que lo conforman millones. Se
han asegurado el poder y la perpetuidad en cada uno, por los siglos. Si en este
nuevo planeta han implantado la felicidad suprema, en otros, podrían imponer la
desgracia o el sufrimiento. Mientras ELLOS se repitan eternamente, mantendrán la
supremacía. Nos hacen creer que en el mundo del que venimos no existía la
maldad. ELLOS han hecho que nos olvidemos, que únicamente recordemos un sistema
que comienza en el 2021.
La instructora asentía sin decir nada. Luego,
tomó un sorbo de agua de la mesa y declaró.
-
¿Cómo se han enterado de tantas cosas?
-Seguro
que ha conocido al anciano profesor, él murió de forma inexplicable. Antes de
que ocurriera el óbito nos mostró dónde guardaba los libros. Después de
leerlos, no estamos satisfechos con que nos manipulen, esa bondad que fingen
los Regidores, para nosotros es una perversión y creo que usted lo corrobora
con su silencio.
-Deben
salir cuanto antes, ustedes y yo. Se puede hablar de lo que sea, menos de
ELLOS, así lo tienen establecido.
Sin
esperar a oír nada más, Céfiro y Cloris se cogieron de la mano y saltaron
literalmente por encima de las mesas hasta la puerta de emergencia. En aquel
momento, un estruendo ensordecedor precipitó el techo sobre la totalidad del
aula. La profesora había quedado atrapada.
-Otra
vez ha ocurrido lo mismo. Me pregunto, Céfiro, por qué nos salvamos siempre.
Entonces,
una voz enérgica retumbó desde el cielo. Ambos se quedaron petrificados en el
centro de la calle.
-Os
salváis porque así lo hemos decidido. Sabemos que no vais a tomar ninguna
medida que nos perjudique. Jamás lo contaréis, ni facilitaréis enseñanzas sobre
nosotros o sobre lo que habéis indagado. No sois molestos, ni podríais hacernos
daño aunque os lo propusierais y os perdonamos la vida.
La
voz había dejado de oírse. Al parecer, excepto ellos dos, nadie había tenido
potestad para escuchar. Se dirigieron a su casa sin hablar, ¿eran unos
privilegiados o por el contrario desafortunados al percibir la impotencia de
rebelarse y cambiar el orden preestablecido?
Por
la noche, Cloris no podía dormir; salió al jardín y se sentó en el asiento en
forma de arco, blando como las pompas de jabón, ligero como el agua. Una de
tantas comodidades que debían agradecer a los de Arriba. En el cielo, la luna
redonda y clara dispersaba su luz blanca que la arropaba y la cercaba
abrazándola. Arriba estaban ELLOS, de allí venía su voz, ¿debían seguir
viviendo rodeados de misterios ahora que empezaban a descubrir otros horizontes?,
se preguntaba, ¿ser conformistas? Al poco rato, Céfiro se colocó a su lado.
-Supongo
lo que estás pensando, no hay alternativas, dejemos que llegue mañana y
tendremos la mente despejada. Ahora es mejor descansar.
Ambos
entraron en silencio en el dormitorio. Cloris no tardó en coger el sueño y Céfiro
aprovechó hasta la madrugada para leer a fondo las Profecías, quería comprender
el significado de las estrofas y cuartetas en las que se anunciaba el porvenir
de los hombres. Cuando ella se levantó le encontró recostado sobre el libro.
-Ya
veo que intentas buscar una salida y para eso te has pasado la noche en vela.
-Sí,
porque no sé qué lo debemos hacer, le doy vueltas a los augurios del vidente y
no aclaro nada. Es como si nuestro futuro estuviera escrito y, una vez que lo
hemos conocido, ya está, misión cumplida -de pronto una idea cruzó por su cabeza-.
Se me ocurre algo que podría hacer cambiar el rumbo de las cosas. La ciencia.
-
¿La ciencia cómo?
-Tenemos
acceso a los talleres de tecnologías avanzadas. Somo jóvenes, disponemos de
años para estudiar la física cuántica. Según nos ha contado la profesora, los
Administradores tienen un plan, mutarse al cosmos paralelo antes de su muerte.
Eso lo podríamos conseguir nosotros, con la diferencia de que nuestro único
propósito es evitar que en los sucesivos planetas a donde ELLOS vayan, siembren
el caos. Aquí nos han instalado en la felicidad máxima simplemente para
demostrar que son los artífices del bien y del mal. Sin embargo, hemos conocido
que fueron los causantes de la destrucción de la Tierra en el 2020 y que ahora han
aniquilado a dos personas que no cumplían sus órdenes.
-Creo
que tienes razón, esta será nuestra evidencia, conocer que estamos predestinados
para cumplir una misión imperiosa. Ahora estoy segura del mensaje del anciano
profesor, alguien se informaría y buscaría la forma de luchar contra ELLOS. Somos
los elegidos y nadie lo sabrá.
Había
llegado la primavera; el día era claro y transparente, Cloris y Céfiro dieron
un largo paseo por los alrededores entre los árboles frutales; infinidad de
plantas ofrecían colores y olores, con los nuevos brotes, el campo lucía su
gama de verdes, los insectos salían de la tierra, las aves cantaban a la vida.
Era un paraíso natural y esta vez lo veían con ojos diferentes, con la
sensación aprendida de que todo cuanto pisaban no era ficticio. El
convencimiento de que podrían evitar la maldad de los de Arriba, proyectaba sus
pensamientos en una dimensión distinta. Fue en ese momento, cuando el viento
del Oeste y la reina de las flores se fundieron en un abrazo que se extendió
por toda la Tierra.
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