miércoles, 21 de diciembre de 2022

DE REPENTE, NAVIDAD

 

DE REPENTE, NAVIDAD

 

 

          Ha llegado, igual que la primavera, sin saber cómo ha sido. Salgo a la calle, cuelgan estalactitas de oro de los hilos sujetos a los postes, brillan simulando estrellas. Desde casa, anuncia la tele que vuelve el hijo por Navidad gracias al turrón de cualquier marca; también mujeres hermosas vestidas con galas exóticas beben cava salpicadas de burbujas infinitas, y diversos hombres guapísimos y repeinados se acercan a bellezas que exhalan diferentes perfumes y se miran embelesados, porque es Navidad. De repente, todos sonríen, abarrotan los comercios de ropa, compran abalorios, regalos; se manifiestan generosamente hacia los seres queridos. Es Navidad, nos damos ese gusto, una vez al año y comemos extraordinario, eso que normalmente no nos podemos permitir, pero, aunque suban los precios, lo aceptamos, ya llegará enero con su famosa cuesta; ahora es Navidad.

          Yo me pregunto, ¿la Navidad es una fiesta religiosa?, ¿conmemora el Nacimiento de Jesús? Cada uno la vive a su manera, aunque no hay duda de que es pura magia, es una esencia, un espíritu que se cuela en nuestras mentes y nos sugiere saludar al vecino del que no habíamos reparado, le deseamos salud, amor, bienestar. Es Navidad, el momento de pensar en los que no tienen para comer y nos compadecemos de los enfermos y de los que sufren.  

          Es Navidad, y yo, devanándome los sesos para cambiar el menú de Nochebuena, que no me dé tanto trabajo. Vienen mis hijos y nietos. “No hagas nada, cada uno traemos un plato”, dice la mayor, sé que es una frase hecha, que se queda en el aire. “A mí me gusta la cena tradicional de toda la vida, el pavo o la pularda y el consomé, porque de otra forma, no sería Navidad”, palabras de la segunda. El resto, no opina, “haz lo que quieras” y en el fondo, lo que yo quiera es lo de siempre. El año pasado rellené el pavo al estilo de mi abuela y lo llevamos los mayores, Andrés y yo, al obrador de leña en un carrito de la compra. Por el camino, se resbaló hasta el fondo con todos sus jugos, quedó seco y correoso.

          Esta vez no quiero fracasar, hago el fiambre de gallina el día antes, tal como lo hacía mi madre. Me siento en una silla de la cocina algo cansada, es un agotamiento antiguo que se mezcla con la ilusión, con la cena familiar, con la tradición. Tengo ante mí la piel desnuda del animal que el carnicero me ha dejado como una sábana, las carnes, las especias, los vinos olorosos. La Navidad es una vez al año, por eso mi madre está ahí, pienso en ella, la percibo, me inspira, la veo con la paciencia, con la tenacidad que ponía en el relleno del pavo mientras los niños cantábamos villancicos.

Ahora, me domina la soledad, el ave y yo, solas, frente a frente. ¿Tengo ánimos para trabajar? Cierro los ojos, siento a mi madre a mi lado, me explica los pasos, sin prisas, hay que poner amor en lo que se hace. Pasa una hora, cuando los abro, ella se ha desvanecido y el animal está sobre la mesa, relleno, atado, listo para su cocción.

          Me siento aliviada, mi madre me ha sonreído, me ha ayudado, me ha deseado la Nochebuena perfecta. Es Navidad. El tiempo transcurrirá y la Navidad seguirá igual, los hombres se desearán la paz y se alegrarán enviando su mensaje, una vez al año, cuando, de repente, llegue la Navidad.     

domingo, 20 de marzo de 2022

AMISTAD

AMISTAD

 

 

Kiev, 20 de marzo, 2022

 

Querida Katia: mientras te escribo, oigo el estruendo de las bombas y ya no me estremezco como al principio. Parece como si nos acostumbráramos a todo, a ver muertos por las calles, a comprobar las casas derruidas, a las colas para conseguir una barra de pan. Desde mi ventana, los cristales rotos de enfrente me dejan insensible y me pregunto cuánta capacidad tiene el ser humano para el sufrimiento cuando de repente tu vida da un vuelco, cuando sufres un cambio sinsentido, y sin embargo aguantas, porque no quieres perder más, resistes y, aunque te vaya la vida, sabes que otros detrás de ti continuarán. Esa es la esperanza.

            ¿Te acuerdas del verano pasado aquí en mi ciudad qué bien lo pasábamos? Tú rusa, yo ucraniana, ambas amigas. Íbamos por las mañanas a la playa, por las tardes al cine o a pasear por el parque. Te despediste al acabar las vacaciones hasta el 2022, me dijiste. ¿Cómo podíamos sospechar que la maldad nos envolvería? La maldad y la bondad van de la mano. Hombres malos y hombres buenos que nos asedian o nos acompañan.

Querida Katia, no sé si mi carta te llegará, espero que cuando acabe esta guerra puedas encontrarla en algún lugar, tampoco sé si para entonces estaré muerta, pero mis palabras pervivirán como un testimonio vivo del amor que prevalece por encima de la crueldad. Mi único deseo es que no te olvides de que aquí tienes una amiga.

Abrazos.

Kalinka.   

 

sábado, 19 de marzo de 2022

LLORAR

VOCES DE UCRANIA

LLORAR

 

 

            El camino cubierto de polvo es largo, tan largo que no tiene fin. Estoy llorando porque no entiendo nada. Me han dicho que no pare, yo quería quedarme con mi mamá tumbada en el suelo y no me han dejado. ¿Por qué no me dejan morir con ella?, tengo que seguir, me dicen, por esta carretera interminable, da igual a dónde vaya, ni con quién estaré, solo sé que me obligan a vivir. Tengo hambre y frío, tengo once años, y ahora, estoy solo. Ante mí se extiende una vida por delante, oigo decir, me he salvado ¿Debo estar contento por eso o porque sin saberlo me acerco a la muerte? No quiero andar por este camino, me canso, prefiero quedarme junto a mi madre, fría y quieta en el suelo. Ayer era feliz, iba a la escuela, regresaba a casa, me sentía querido. Hoy lloro con rabia, con desesperación. Hoy no tengo a nadie, mi padre se fue a luchar, mi madre me cubrió con su cuerpo para salvarme. Llorar es el desahogo de los niños, dicen, yo he visto las lágrimas de los mayores. Lloro porque he dejado atrás mi vida, mis ilusiones se han truncado, mi memoria será siempre el horror. Llorar y dejarme empapar del miedo. Una voz grita tras de mí que no pare de caminar, ¿a dónde voy? Me dirijo hacia el infinito, donde todo es llanto y crujir de dientes. Intento sacar fuerzas, mis piernas flaquean, sigo por el sendero correcto, el pasillo que me llevará a un mundo desconocido; el amor lo he dejado lejos y me pregunto por qué.

            Me lo han quitado todo y solo me queda llorar.  

             

 

domingo, 2 de enero de 2022

EL PASTORCILLO DE BELÉN

EL PASTORCILLO DE BELÉN

 

 

           

            El abuelo permanecía sentado junto a la chimenea porque era invierno.  Sus nietos Luis y Laia, en la mesa de al lado, recortaban cartulinas y las coloreaban para adornar el árbol.

            -Claro, abuelo, es Navidad y queremos que quede muy bonito.

            El abuelo miró hacia la ventana, caía una lluvia fina, no se veía gente por la calle. De repente se le ocurrió una pregunta.

            -¿Sabéis lo que significa Navidad?

            -Pues claro, se iluminan las calles, nos reunimos para comer toda la familia y Papá Noel y los Magos nos traen juguetes.

            -¿Y no sabéis nada más?

            -Ya te lo hemos dicho -repuso Laia.

            Pues yo os voy a contar lo que es la Navidad, que significa Natividad o Nacimiento.

            -Ya, eso es el Belén -dijo Luis.

            El abuelo cerró los ojos como siempre que se disponía a narrar algo.

            -Veréis, es una historia, la historia de Jesús que de mayor se llamó Cristo, por eso sus seguidores se llaman cristianos. En el mundo no todos son cristianos, sin embargo, la Navidad se celebra en la Tierra entera. Ocurrió así.

            “Había en un pueblecito llamado Belén unos pastores que vivían del cuidado de sus animales y había un pastorcillo llamado Juan que siempre le daba la lata a su padre.

            -Padre, quiero ir con usted al monte a cuidar de las ovejas.

            -Aún eres muy pequeño, el día que cumplas diez años te llevaré.

¡Se lo había pedido tantas veces! Y al fin ese día llegó, acababa de cumplirlos. El padre le llevó con él como le había prometido. Juan era feliz, una de las ovejas había tenido varios corderitos y le permitió que cuidara de uno de ellos. Pasó toda la jornada, mañana y tarde, jugando con el pequeño lechal.

-Ten cuidado, que no se haga daño, apenas sabe andar.

-Sí, padre, no le dejo solo ni un momento.

Juan lo cogía en brazos, lo acariciaba, lo besaba y de cuando en cuando lo acercaba a la madre para que le diera de mamar.

-¡Vámonos, que anochece ya!

Era la voz del padre, había que conducir al rebaño al aprisco rápidamente. Juanillo fue a buscar al pequeño que estaría con la madre, pero las ovejas andaban ya en tropel y el corderito no estaba. Comenzó a correr a un lado y a otro, se habría quedado enredado en alguna zarza, y se culpó por no haberlo vigilado todo el tiempo. Buscó y buscó, lo llamó imitando su balido, era inútil, lo malo era que cuanto más lo buscaba, más se iba alejando del grupo, hasta que sin darse cuenta se encontró solo en medio de los cerros. La oscuridad se le echaba encima, hacía frío, tenía miedo, no quería llorar y se acurrucó junto a una roca. Miraba el cielo sin nubes cuajado de estrellas. ¡Si alguna de ellas le dijera dónde podía estar el corderillo lechal y cómo regresar al establo! Su petición subió a las alturas y una luminosidad muy potente le envolvió y le obligó a cerrar los ojos. Al cabo de un rato alzó la cabeza y pudo contemplar a unos seres transparentes que le decían.

 Gloria a Dios en el cielo y Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. Ha nacido un Niño en una cueva, es el Hijo de Dios, corre a adorarle.

 Yo no sé ir, me he perdido, respondió.

 No te preocupes, nosotros te guiaremos.

Entonces un coro de voces comenzó a atronar el aire, las aldeas cercanas, los montes y los valles.

Juanillo se incorporó, ya no sentía el frío y le parecía que le llevaban en volandas. De repente, se encontró andando por un camino de arena suave que desembocaba en el portal de un pesebre. Dentro había una cuna hecha con pajas y un Niño que irradiaba luz. A su lado, sus padres, María y José. 

Se acercó, quería preguntarle muchas cosas que no entendía, pero pensó que aún no sabría hablar, ¿cómo le podía hacer preguntas? El Niño se fijó en él y le dijo.

Me llamo Jesús, soy el Hijo de Dios y he venido para salvar a los hombres de la maldad, del odio y de la ambición.

Se lo dijo en silencio y lo entendió. Luego miró alrededor y vio a su padre y a todos los pastores arrodillados mostrando sus regalos, gallinas, pollos, corderos o pan. También estaba la oveja grande y el corderito.

A Juanito se le acongojó el pecho. Pero Jesús le volvió a hablar.

 La madre y el hijo regresarán al rebaño. No voy a aceptar ninguno de estos obsequios. Solo son una muestra de amor y de amistad.

Juanito, no sabía cómo, empezaba a entender las palabras del Niño, la mente se le abría y adivinaba que había nacido para realizar algo grande. También supo que le seguiría allí donde fuera cuando se hiciera mayor y que ya no podría vivir sin continuar los pasos que Jesús le indicara”.

El abuelo paró aquí su relato. Luis y Laia habían escuchado sin pestañear y él prosiguió.

-Esta es la verdadera historia de la Navidad, lo demás son anécdotas, cosas más o menos bonitas que se cuentan en este día y luego se olvidan. Pero el espíritu, o sea, el significado es este. Un Niño nació pobre, para anunciar el amor y la paz entre los pueblos.

Después, se acercó a la chimenea porque era invierno y hacía frío. Miró otra vez a la ventana. Una figura transparente le susurraba el mensaje de Navidad. Luego observó a los niños, estaban recortando con cartulina, en letras grandes, la palabra PAZ.

-Son para el árbol, abuelo. 

Las llamas iluminaban su rostro y con el fuego, se agrandaba su sonrisa.