domingo, 2 de enero de 2022

EL PASTORCILLO DE BELÉN

EL PASTORCILLO DE BELÉN

 

 

           

            El abuelo permanecía sentado junto a la chimenea porque era invierno.  Sus nietos Luis y Laia, en la mesa de al lado, recortaban cartulinas y las coloreaban para adornar el árbol.

            -Claro, abuelo, es Navidad y queremos que quede muy bonito.

            El abuelo miró hacia la ventana, caía una lluvia fina, no se veía gente por la calle. De repente se le ocurrió una pregunta.

            -¿Sabéis lo que significa Navidad?

            -Pues claro, se iluminan las calles, nos reunimos para comer toda la familia y Papá Noel y los Magos nos traen juguetes.

            -¿Y no sabéis nada más?

            -Ya te lo hemos dicho -repuso Laia.

            Pues yo os voy a contar lo que es la Navidad, que significa Natividad o Nacimiento.

            -Ya, eso es el Belén -dijo Luis.

            El abuelo cerró los ojos como siempre que se disponía a narrar algo.

            -Veréis, es una historia, la historia de Jesús que de mayor se llamó Cristo, por eso sus seguidores se llaman cristianos. En el mundo no todos son cristianos, sin embargo, la Navidad se celebra en la Tierra entera. Ocurrió así.

            “Había en un pueblecito llamado Belén unos pastores que vivían del cuidado de sus animales y había un pastorcillo llamado Juan que siempre le daba la lata a su padre.

            -Padre, quiero ir con usted al monte a cuidar de las ovejas.

            -Aún eres muy pequeño, el día que cumplas diez años te llevaré.

¡Se lo había pedido tantas veces! Y al fin ese día llegó, acababa de cumplirlos. El padre le llevó con él como le había prometido. Juan era feliz, una de las ovejas había tenido varios corderitos y le permitió que cuidara de uno de ellos. Pasó toda la jornada, mañana y tarde, jugando con el pequeño lechal.

-Ten cuidado, que no se haga daño, apenas sabe andar.

-Sí, padre, no le dejo solo ni un momento.

Juan lo cogía en brazos, lo acariciaba, lo besaba y de cuando en cuando lo acercaba a la madre para que le diera de mamar.

-¡Vámonos, que anochece ya!

Era la voz del padre, había que conducir al rebaño al aprisco rápidamente. Juanillo fue a buscar al pequeño que estaría con la madre, pero las ovejas andaban ya en tropel y el corderito no estaba. Comenzó a correr a un lado y a otro, se habría quedado enredado en alguna zarza, y se culpó por no haberlo vigilado todo el tiempo. Buscó y buscó, lo llamó imitando su balido, era inútil, lo malo era que cuanto más lo buscaba, más se iba alejando del grupo, hasta que sin darse cuenta se encontró solo en medio de los cerros. La oscuridad se le echaba encima, hacía frío, tenía miedo, no quería llorar y se acurrucó junto a una roca. Miraba el cielo sin nubes cuajado de estrellas. ¡Si alguna de ellas le dijera dónde podía estar el corderillo lechal y cómo regresar al establo! Su petición subió a las alturas y una luminosidad muy potente le envolvió y le obligó a cerrar los ojos. Al cabo de un rato alzó la cabeza y pudo contemplar a unos seres transparentes que le decían.

 Gloria a Dios en el cielo y Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. Ha nacido un Niño en una cueva, es el Hijo de Dios, corre a adorarle.

 Yo no sé ir, me he perdido, respondió.

 No te preocupes, nosotros te guiaremos.

Entonces un coro de voces comenzó a atronar el aire, las aldeas cercanas, los montes y los valles.

Juanillo se incorporó, ya no sentía el frío y le parecía que le llevaban en volandas. De repente, se encontró andando por un camino de arena suave que desembocaba en el portal de un pesebre. Dentro había una cuna hecha con pajas y un Niño que irradiaba luz. A su lado, sus padres, María y José. 

Se acercó, quería preguntarle muchas cosas que no entendía, pero pensó que aún no sabría hablar, ¿cómo le podía hacer preguntas? El Niño se fijó en él y le dijo.

Me llamo Jesús, soy el Hijo de Dios y he venido para salvar a los hombres de la maldad, del odio y de la ambición.

Se lo dijo en silencio y lo entendió. Luego miró alrededor y vio a su padre y a todos los pastores arrodillados mostrando sus regalos, gallinas, pollos, corderos o pan. También estaba la oveja grande y el corderito.

A Juanito se le acongojó el pecho. Pero Jesús le volvió a hablar.

 La madre y el hijo regresarán al rebaño. No voy a aceptar ninguno de estos obsequios. Solo son una muestra de amor y de amistad.

Juanito, no sabía cómo, empezaba a entender las palabras del Niño, la mente se le abría y adivinaba que había nacido para realizar algo grande. También supo que le seguiría allí donde fuera cuando se hiciera mayor y que ya no podría vivir sin continuar los pasos que Jesús le indicara”.

El abuelo paró aquí su relato. Luis y Laia habían escuchado sin pestañear y él prosiguió.

-Esta es la verdadera historia de la Navidad, lo demás son anécdotas, cosas más o menos bonitas que se cuentan en este día y luego se olvidan. Pero el espíritu, o sea, el significado es este. Un Niño nació pobre, para anunciar el amor y la paz entre los pueblos.

Después, se acercó a la chimenea porque era invierno y hacía frío. Miró otra vez a la ventana. Una figura transparente le susurraba el mensaje de Navidad. Luego observó a los niños, estaban recortando con cartulina, en letras grandes, la palabra PAZ.

-Son para el árbol, abuelo. 

Las llamas iluminaban su rostro y con el fuego, se agrandaba su sonrisa.